A veces no hay nada que te haga sentir. Ni bueno ni malo.
Te mantienes inerte ante los cambios y llega un día en el que te acostumbras.
De pronto sin saber porqué, algo te hace sonreír y milagrosamente te sientes bien, vivo, y respiras.
Después de mucho tiempo sin coger aire, llenas tus pulmones de ese olor, su perfume y rezas para que no se vaya de tu mente, deseas que permanezca contigo.
Y esperas que esa sensación de ¿felicidad? subsista, que no se vaya… ¡¡Pero..!!
Al despertar, todo ha sido un sueño, un maravilloso sueño en el que te sentías único, pero ahora te sientes tan patético como el resto.
Un sueño en el que nada malo podía pasar, pero ahora estas vuelves a estar solo.
Un sueño en el que jamás pensaste que sentirías algo tan real, ahora tienes que entender que solo tu mente ha vivido aquello, un sueño.
Te abrazas a la almohada buscando su olor que crees recordar, pero no existe, ya no. No hay nadie, solo estaba en tu imaginación.
Intentas recordarlo, lo inténtas. Pero no lo consigues.
Duele demasiado. Tan solo puedes hacer una cosa, después de que tu rostro se humedezca por las lágrimas, solo te queda una cosa por hacer:
Cerrar los ojos y volverte a dormir.
Quizá... vuelva ella de nuevo a tus sueños.
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