Noche de san Juan.
Era
una noche calurosa de Junio, esa
noche quería pasarla juntos a ella, era noche de San Juan , noche de fuego,
misterio y hogueras, a mí siempre me había parecido una noche mágica y no sé
porque me inspiraba un toque de romanticismo y sensualidad, pero a la vez hay
algo especial en ella que activa los instintos sexuales.
Una
vez más por cuestiones de distancia los planes no pueden salir como a uno le
gustara, estábamos separados por cientos de kilómetros.
La noche anterior se lo había comunicado dándole la noticia, a ella se le rompieron todos los esquemas, pero como siempre mi habilidad para hacer posible lo imposible una vez más surgió:
La noche anterior se lo había comunicado dándole la noticia, a ella se le rompieron todos los esquemas, pero como siempre mi habilidad para hacer posible lo imposible una vez más surgió:
No
te preocupes mi niña, tendremos nuestra noche de San Juan, aun en la distancia,
te llamaré por teléfono y haremos nuestro propio ritual, quiero que te pongas
algo delicado, a ser posible transparente y de color negro, luego me contarás
como es para hacer volar aun más mi imaginación.
Llegó
la noche, faltaban pocos minutos para la media noche, como tantas otras noches
con mi toalla sobre los hombros caminaba hacia la pequeña playa que estaba solo
a unos minutos de donde yo tenía mi residencia, ella seguro estaría preparada
esperando mi llamada, con un camisón de encaje en color negro, abierto por el
centro con la ropa interior haciendo juego, la habitación solo con luz de las velas.
Estaría esperándome en la cama, apoyada en un montón de almohadones. Ya eran las
doce de la noche, empezaba nuestro ritual, ella estaba nerviosa e impaciente
deseando que sonara el teléfono, y oír mi voz al otro lado del hilo. Todo lo
que viene de ella siempre es muy especial y por esa razón me altera y me excita
aun más, no deje pasar muchos minutos, solo habían pasado un par de minutos de
la medianoche. Cogí el teléfono.
Hola
mi niña, ya estoy a tu lado, deseoso de que llegara la hora y muerto de deseo
por ti, por sentirte, estoy totalmente desnudo encima de mi cama, a oscuras,
excitado, muy excitado de solo pensarte, imaginarte, ahora quiero que me
cuentes que llevas puesto, vamos dímelo.
Ella
empezó a explicar con todo detalle, muy despacio, con voz muy suave, oía que su
respiración cada vez aumentaba más, a mí me temblaba la voz de la excitación
que me producía oírla.
Cogí
las riendas de la situación y empezó la magia.
Cierra
los ojos mi amor. Imagíname a tu lado, imagina que tus manos son mis manos,
recorro el borde de tus labios con mi dedo, siento tu aliento en mi piel, hazlo.
Piensa que soy yo quien te acaricia. Ella asumió el papel por completo sumergiéndose
en mi fantasía, mis manos y partes de mi cuerpo ya no me pertenecían, eran de solo
de ella.
De
los labios bajó con mis dedos a su cuello, abría mi mano para acariciar al
completo sus pechos cubriéndolos en una sola caricia, los apretaba, sintiendo
como mis manos los acariciaban, bordeaban sus pezones y volvían a cubrir con
mis manos, su cuerpo se contraía en impulsos, toda su piel se estremecía, las
yemas de mis dedos bajaban y subían delicadamente por sus costados, se paraban
en su abdomen y volvían a repetir, su espalda cobraba vida propia curvándose al
sentir tanto placer.
Paró
en su abdomen para dirigirse lentamente hacia su ombligo, allí se detuvo, ella
solo deseaba que llegaran a su sexo, yo al otro lado del hilo notaba su impaciencia
y por ese motivo intentaba alargarlo para que su excitación fuera máxima; se fue
acercando lentamente, poco a poco, hasta llegar donde tanto deseaba, mi dedo
índice bajo lentamente abriéndose paso entre sus rizos hasta tocar sus labios
deseosos de deseo, colándose en su apertura, donde la más ardiente humedad lo
esperaba. Impregnándose de ella buscó el botón delicado del deseo, su clítoris,
que lo esperaba exasperado por ser acariciado, en un vaivén de movimientos
circulares, suaves e intensos, se alteró todo su cuerpo, ya no tenía
consciencia de lo que hacía, solo era su cuerpo, la luz de las velas y su voz y
mis dedos. Los músculos de su cuerpo se contraían entre sacudidas de placer,
ambos estábamos al límite de nuestras fuerzas, se podía oír sus fuertes jadeos
como si estuviera allí mismo a su lado, envueltos en una pasión desmedida,
entre espasmos y convulsiones por el más intenso de los placeres que jamás
pudiéramos haber imaginado sentir. En un último esfuerzo nos abandonamos al
deseado orgasmo, fuerte, intenso, único. Mientras se apoderaba de mi pude sentir
como un inmenso orgasmo la agotó a ella por completo hasta su propia voz se
quebró, solo quedaron los gemidos sofocados de ambos como consecuencia de una
de las mas deliciosas de la experiencias vividas por los dos.
Después
de recuperar nuestras respiraciones, en la calma, le pregunté amor, ¿cómo
estás? ella se echó a reír, pues en ese momento fui consciente de su
verdadera situación, la imaginaba totalmente atravesada en la cama, la imaginaba
desmadejada sobre la cama, sus piernas que colgaban por unos de los laterales,
aun confundida, aun impactada, sensible en extremo. Volví a preguntarle. ¿Amor qué
haces?, ella contestó, estoy sentada en el borde de la cama. ¿Y cómo estás ahí?,
No lo sé.
Se
me escapó una sonrisa y de nuevo haciéndome el dueño de la situación, el dueño
absoluto de su voluntad, con una voz dulce y penetrante que todo lo puede me volví
a apoderar de la situación, añadí:
Túmbate
de nuevo cariño, aun no hemos terminado. Hoy es nuestra noche, hoy quiero
saciarme de tu cuerpo.
Pero esto lo dejo para contarlo en mi
próximo correo..
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu puntuación del uno al diez..