lunes, marzo 12
Nostalgias
Días de nostalgias...
Un día cualquiera de un mes cualquiera, el día es soleado, la temperatura agradable, todos han salido a pasear yo decidí quedarme en casa, como tantas veces para escribir mis pensamientos en solitario como gusta hacerlo...
Soy de esos que llaman de la generación x, crecí con los pecos y los chungitos, devoré libros de Luis Cernuda y Julio Cortazar, me regocije con la pintura de picazo, canté las canciones de los brincos y los sirex hasta quedarme afónico, defendí mis ideales en las primeras manifestaciones estudiantiles como si me fuera la vida en ello, recibiendo palos y hasta visitando los calabozos aun del franquismo, vi marcharse y perder a mi primer amor por algo que llamaban la emigración, fui un poco golfillo en los 70 para pasar a ser un hombre bien instruido en los 80 y creí que un día conocería y tendría a la princesa de los cuentos de hadas, pero sobre todo fui algo rebelde.
Hoy rara vez escucho a los chungitos, aunque si sigo leyendo a Julio Cortazar, ojeo de vez en cuando los autores de los 60, ya solo clamo por tener buena salud y envejecer con dignidad, mis raíces y mis ideales siguen estando ahí, aunque veo que ya son caducos, el mundo ha cambiado, se ha perdido el romanticismo, las buenas costumbres y el mundo se esta deshumanizando, ya nadie se levanta para dejar sentarse una persona mayor en el asiento del autobús ni se ayuda a pasar la calle.
Apenas recuerdo aquel amor perdido de los catorce años, ya no soy golfillo ni aquel jovenzuelo que llevaba de calle las niñas monas, a veces moderno, a veces clásico, a veces nada, ahora pienso y digo aquello de que prefiero un polvo de vez en cuando porque la palabra amor me suena a sonido hueco, pero aun sigo siendo rebelde...
Aunque me sigue gustando contemplar las estrellas en las noches de luna llena, me fijo en una estrella y sigo pidiendo un deseo porque mi alma sigue siendo de niño y a veces aún sigue creyendo en los cuentos de hadas.
Una vez alguien me dijo que yo era como una amapola, hermosa y libre, pero que al irme a coger era como un cactus lleno de espinas. Las pocas veces que no he sacado mis espinas me han pinchado a mi, y hoy no quiero mas espinas, ni mías ni de nadie, pero aún así me encantaría que alguien me dijera aquello "en ti pienso, a ti vengo acércate, no voy a pincharte”. Aunque eso me haya producido tantas veces espinas.
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