Algo de ti cada noche me roza en un escalofrío, cuando tu imagen fecunda mi sueño en el nacimiento de la noche.
No sé si es el recuerdo de tu mano acariciando mi cuerpo, si el de tu respiración concebida como un deseo cuando me abrazas, o si acaso la evocación de aquella dulce sensación que jamás osé robar de tus labios.Es algo de ti que no alcanzo a concretar, algo de ti que me arrulla y estremece, que infunde luminosidad y plenitud al recogimiento de mi pecho. Y basta un átomo de cuanto ese algo me inspira, para llenar de ti el lugar entre cuyas paredes soy centinela de tu ausencia.
A veces reapareces inabordable y descubro en tu mirada el destello de vida que me invita a rondarte para terminar siempre recalando en mis íntimos humedales, a amarte en silencio para morir en ti como muere la luz púrpura del atardecer, exhausta y satisfecha, serenamente diluida en los profundos anocheceres de la noche.
Y en la noche sin poder evitarlo te quiero. Y en la noche pienso que ese algo de ti me toma entero, mientras garrapatea mi mano estas notas, y me vuelco en el deseo de perdurarme a tu lado.
Dibujo una caricia sobre el vuelo de tu memoria, vislumbro tu cara en un juego de espejos y me dejo ir, agotado en este paréntesis, empapado de un dulce y progresivo abandono.
Cierro entonces los ojos, meciéndome en el calido deseo de los sueños, y me deslizo hacia ese otro lado del sueño, de un modo que apenas acierto a expresar. Y, mansamente aturdido, aún intento un último asalto a tu imagen, cuando advierto el forcejeo de cada una de mis letras huyendo deseosas del papel, buscando a oscuras llegarte, aleteando juguetonas en un espejismo que te lleva el viento y rocía de besos tu cuerpo.
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